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Cómo resistirse en red:
Bimboficarse
¿Qué prácticas de resistencia ofrece la imberbe comunidad bimbo?
Se propone reflexionar sobre la bimboficación como estrategia subversiva, consistente en la
reapropiación del término y de la estética hiperfemenina que caracteriza al estereotipo (performando el conjunto de identificadores corporales y actitudinales asociados a él): un
juego de acercamiento/distanciamiento de la etiqueta consciente y paródico.
0. Cómo nos prefieren rubias: genealogía de un estereotipo
Revisemos juntxs brevemente la evolución de lo bimbo, de modo que la trayectoria de su uso se contextualice en el ámbito de habla española para así comprender mejor las implicaciones y potencias que esconde, por qué puede ser importante hablar de ello, como declara Ziga en
Devenir perra: “un tema de estudio tan minusvalorado y aparentemente trivial. El disfraz de
puta, vaya asunto” (2009).
El término bimbo encuentra su origen durante los años 20 en la palabra italiana bambino como
una contracción de la misma fruto de la migración italiana a Estados Unidos, y durante este
período se utilizó como un insulto hacia los hombres “infantiles, estúpidos e ineficaces”. A
finales de la década, sin embargo, comienza a usarse como un descriptivo femenino que, con el
paso del siglo y especialmente a partir de los años 70 y 80, retrata el estereotipo de “chica
guapa pero tonta”, la tediosa suposición sexista de que las mujeres no pueden ser atractivas e
inteligentes (Guerrilla Girls, 2003).
De la misma manera, durante la segunda mitad del siglo XX y más concretamente durante los
años 80, el cliché bimbo es utilizado como ataque peyorativo para referirse a aquellas mujeres
implicadas en los escándalos sexuales de hombres famosos. Paralelamente surge el equivalente
masculino himbo, que implica el mismo concepto de “atractivo pero con pocas luces” aplicado
a los hombres. Sin embargo, la trayectoria y la potencia simbólica de este término nunca llega a
alcanzar el mismo grado de connotación negativa que lo bimbo. Un claro ejemplo himbo que
podemos encontrar en el mundo del cine es Rocky, del musical Rocky Horror Picture Show
(1975).
En este punto de la historia del término, bimbo se asocia cada vez más y más a la feminidad,
específicamente a la feminidad sexualizada así como a la falta de inteligencia.
Durante los últimos 5 años, la imagen bimbo está fuertemente asociada a un género erótico en
el que se retrata a la mujer hipersexualizada y con el único deseo de captar la atención
masculina y complacerla. Una comunidad amplia de trabajadoras sexuales online utilizan este
arquetipo para crear su contenido, algunas de ellas atravesando una bimboficación (un proceso
de operaciones y modificaciones corporales para conseguir una apariencia hipersexualizada de
los atributos convencionalmente femeninos (una suerte de aspecto sex doll), entre los cuales
podemos encontrar procedimientos habituales como el aumento de pecho, o modificaciones
más radicales, como los barbie feet).
Es a principios del año 2020 cuando la palabra bimbo comienza a aflorar de nuevo de forma
masiva entre las usuarias de Internet, concretamente en las plataformas de Tik Tok e
Instagram: surge el movimiento bimbo, una comunidad para girls, gays and theys, que adopta
la estética hiperfeminizada asociada al término con anterioridad, en pos de reapropiarse del insulto y de despojar a lo bimbo de su connotación deshumanizadora hacia las mujeres, al igual
que ocurrió con otros calificativos peyorativos del habla inglesa, como bollo, bitch o queer, y
que, de la misma manera que lo bimbo, pasaron a ser un adjetivo por sí mismos.
¿Cuál es la feminidad hiperbolizada, entonces, que performan estas usuarias?
Se trata de una feminidad impostora, espectacular, insurgente, hortera, sucia y paródica, que
caricaturiza todo lo que el hombre ha intentado inculcar a la mujer y la mujer no ha aceptado
(Ziga, 2009) y que, en consecuencia, está teñido de una consciencia propia total. Como
declaran Natasha Felizi y Liliana Zaragoza Cano en Manifiesto por Algoritmias Hackfeministas
(2018): "Nuestras muchas representaciones las elegimos nosotrxs".
Estas mujeres feministas que siguen funcionando en la sociedad como sujetos femeninos (en la
época posmetafísica del declive de las dicotomías de género) actúan <<como si> > la Mujer
fuese todavía su sitio, haciendo evidente que la feminidad es una opción más entre una serie de
posturas a elegir, disfraces cargados de historia y relaciones sociales de poder, pero que ya no
se adoptan o atribuyen a la fuerza. Al mismo tiempo, afirman y deconstruyen la Mujer como
ejercicio de significación. (Braidotti, R. Ciberfeminismo con una diferencia. 1996)
fuese todavía su sitio, haciendo evidente que la feminidad es una opción más entre una serie de
posturas a elegir, disfraces cargados de historia y relaciones sociales de poder, pero que ya no
se adoptan o atribuyen a la fuerza. Al mismo tiempo, afirman y deconstruyen la Mujer como
ejercicio de significación. (Braidotti, R. Ciberfeminismo con una diferencia. 1996)